Capítulo 9: Mis aventuras en Tailandia


No me quedé muchos días en Tailandia, me quedé el mismo tiempo que en Hong Kong. Sólo que la situación era peor que en Hong Kong, bueno, sólo cierta zona de la ciudad a la que todos temían.

Una noche que salí del hotel para tomar aire fresco, pasé por un callejón oscuro, vi a un pequeño niño vendiendo drogas a unos mafiosos. "¡Sombra!", pensé, pero realmente no sabía de que compañía o asociación se trataba.

Cuando los mafiosos me vieron, uno de ellos sacó un arma y me dijo que me alejara, estuve a punto de aceptar, pero yo quería hablar con el niño para ver si se trataba de sombra.

Recordé el entrenamiento de Fei Long, y me lancé contra el tipo de la pistola para arrebatarle el arma. Lo logré, todos se asustaron menos uno que trató de golpearme, pero me defendí usando la técnica que Fei Long había usado para matar a Ho-Nam, sólo que yo no maté al tipo, sólo le corté la respiración por un momento.

Me dirigí hacia el niño para hacerle unas preguntas, éste estaba muy asustado porque pensó que quería hacerle daño. Pero comencé a hablar con él para tranquilizarlo y demostrarle que podía confiar en mí. Nos hicimos amigos. Durante los pocos días que estuve en Tailandia no me separé ni un momento de él, excepto cuando él se iba a dormir.

Esa noche lo invité a cenar a un restaurante, se notaba que tenía hambre. Pedimos sopa de carne con fideos para los dos, le pregunté su nombre y le pedí que me contara más sobre él: "Todos me dicen Tako, no tengo un nombre como tú, tampoco tengo padres, quedé huérfano desde hace mucho tiempo. Así que decidí trabajar para el señor...". Pero aquí se detuvo, porque llegó la comida, Tako comenzó a comer tan rápido que no pude detenerlo para que siguiera hablando.

Mientras Tako comí, me puse a pensar en su situación. Su caso era diferente al de la familia Hirame por lo que más adelante me había contado. Parece que en el lugar donde trabajaba había menos vigilancia que en la "sombra" de Hong Kong, Tako tenía libertad de decidir si quería quedarse o irse. ¿Por qué? Tako no tenía otro lugar a donde ir, y además no conocía la diferencia entre el bien y el mal, así que la compañía donde trabajaba era su mejor opción.

Cuando Tako se fue a descansar, decidí caminar un poco por los alrededores, casi no había gente a esa hora y la ciudad poco a poco fue llenándose de maleantes.

Comencé a correr porque unos tipos estaban siguiéndome, no se veía que tuvieran muy buenas intenciones, así que preferí correr a seguir caminando. Ellos también comenzaron a correr tras de mí, fue una larga persecución, pero tuve que detenerme porque de pronto quedé rodeada por varios maleantes. Esto me pasaba por ser tan imprudente, lo mismo sucedió en el caso de Ho-Nam, pensé en mi estupidez y no tuve otra opción mas que dejarme atrapar.

Me llevaron hasta un callejón, uno de ellos me pidió todo el dinero que llevaba o si no me mataría, aunque lo que más me asustó no fueron sus palabras, sino el hecho de que mientras hablaba comenzó a acariciar mi cara y como ustedes saben mi vanidad no permitía eso.

El tipo que me estaba acosando era el único que llevaba un arma de fuego, todos los demás llevaban navajas. Esto fue una ventaja para mí, así que actué rápidamente: Tomé el brazo de mi atacante y lo lancé contra unos botes de basura y usé lo que había aprendido de Fei Long contra los demás.

Todos estaban tirados en el piso, pero el tipo que me había acosado se había levantado y caminaba con dificultad hacia mí. La pistola había caído fuera de su alcance, así que pensaba atacarme con sus técnicas. Pero me di cuenta de lo que intentaba hacer y lo ataqué nuevamente, junté mis manos y salté sobre él, dándole un fuerte golpe en la nuca.

Estaba a salvo en el hotel, pensando en lo increíble que era el que me hubieran atacado dos veces en el mismo día. Me acosté en la cama para contar el dinero que me quedaba y comprobé que era muy poco. Tuve que pensar en cómo conseguir dinero y entonces recordé algo que me había dicho Fei Long: "En la peleas callejeras adversarios se enfrentan por dinero, mucha gente va a verlas para poder apostar, las ganancias son buenas, sobre todo si los oponentes soportan hasta una quinta caída".

Entonces creí que sería bueno luchar unas cuantas noches en esos lugares, podría ganar dinero y además me serviría como entrenamiento. Esa misma noche salí en busca de lugares en donde pelear, caminé largo rato buscando, pero no encontré ninguno. Estuve a punto de darme por vencida y regresar al hotel cuando vi a un hombre entrar a un edificio casi en ruinas.

Me acerqué y pude escuchar los gritos de los apostadores y los golpes de los oponentes. Estaba a punto de entrar cuando un tipo enorme se paró frente a mí, impidiéndome el paso, le ofrecí todo el dinero que me quedaba y me dejó entrar.

El edificio estaba lleno a reventar, tuve que abrirme paso con dificultad, empujando a todo el que estaba en mi camino. Llegué hasta el cuadrilátero, de pronto todos se callaron, hasta los que estaban peleando lo hicieron.

A todos les sorprendió ver a alguien como yo en un lugar como ése, todas las mujeres que estaba allí eran mayores que yo y acompañaban a los apostadores en sus vicios, en pocas palabras, todas pertenecían al barrio del pecado.

De pronto todos comenzaron a reír y a hacer bromas acerca de mí, un tipo se acercó a mí y me preguntó la razón por la que estaba en el antro, le respondí que quería pelear. Entonces el tipo comenzó a reír hasta que me hizo sentir mal, no lo soporté y le di un puñetazo en la nariz, lanzándolo hacia atrás. Entonces todos callaron nuevamente y el presentador de las peleas habló: "Parece que aquí tenemos a una persona con fibra, por favor señorita, la invitamos a subir al cuadrilátero".

No dudé ni un minuto en subir al cuadrilátero, mi primer oponente no se veía muy fuer te, comenzaron las apuestas. Cuando mi oponente comenzó a atacarme me di cuenta que utilizaba el estilo de pelea Muay-Thai, casi me vencía, pero con muchas dificultades logré vencerlo. Esa noche luché contra tres oponentes más, cuando terminé casi no podía moverme, tomé mis ganancias y me fui.

Así fue todas las noches, Tako siempre me acompañaba y yo le hacía apostar todo el dinero que había ganado. En muy poco tiempo me acostumbré al duro ritmo del Muay-thai, hasta aprendí algunos movimientos de mis oponentes. Me convertí en la nueva campeona de aquel antro, me llamaban: "La dama de seda". Fue hasta que me dieron este apodo cuando me di cuenta de lo hermoso que era el traje que me había obsequiado Fei Long.

Era fin de semana y había obtenido suficiente dinero como para comprar un boleto a la India, Tako me contó todo sobre la compañía para la que trabajaba. Su jefe se llamaba Ika, y la compañía también se llamaba "sombra". Le pedí que viajara conmigo, no podía dejarlo ahí , pero no quiso. Tailandia era su mundo, sombra era su casa, había vivido seis años en esas condiciones. "Está bien, como quieras", le dije.

Si yo hubiera sido Tako hubiera aprovechado la oportunidad de dejar todo aquello, pero el pobre no conocí a nada mejor y prefirió quedarse en la sombra.

Conseguí un boleto para la India, Tako me acompañó hasta el aeropuerto . Lo abracé y le dije: "Adiós Tako, cuídate mucho". Y él me dijo: "Adiós, dama de seda". Caminé hasta la entrada y vi al pequeño Tako por última vez.

Otra vez me encontraba de viaje, en esas semanas habí a visitado muchos aeropuertos, ciudades, antros, aviones y sobre todo había conocido a mucha gente: la familia Hirame y su desgracia, gente malvada como Tai, Ho-Nam, Ika, y todas las personas que me apuntaron con sus armas; a mi querido Fei Long y a mi buen amigo Tako. ¡Cómo me hubiera poder haber entrenado un poco más junto a Fei Long! También me hubiera gustado haber podido llevarme al pequeño Tako conmigo, me dolió tanto dejarlo en "sombra". ¿Aún estarás vivo, Tako? Espero poder visitarte a ti y a Fei Long un día de estos.