Capítulo 6: La despedida del desconocido


El desconocido estaba frente a mí...sentí miedo. Ninguno de los dos dijo nada, ninguno se movió. Pero de pronto el hombre dio un paso para acercarse a mí, no pude moverme, mi cuerpo no reaccionaba...¡Estaba completamente paralizada! Cuando me di cuenta de que él se acercaba más y más, traté de moverme, entonces logré reaccionar.

"¡Aléjate de mí, pervertido! ¡No te atrevas a tocarme!", fue lo único que pude decir, entonces él se detuvo. No sé exactamente qué fue lo que sentí en ese momento. ¿Fue superioridad acaso? No lo sé, simplemente me sentía más fuerte y con menos miedo.

Fueron cerca de diez minutos el tiempo que estuvimos mirándonos, siempre lo vi los ojos, no aparté la mirada ni un momento, él hizo exactamente lo mismo. Pero nuestras miradas no eran iguales. Yo lo miraba con rencor, con odio. Su mirada era totalmente diferente a la mía, pero no pude descifrar lo que significaba.

Todo fue como una pelea. Durante todo ese tiempo, ambos nos mantuvimos firmes. Estoy segura de que si no me hubiera movido, hubiéramos estado ahí por días. Pero ya empezaba a desesperarme, no pude soportarlo más.

Decidí hablar: "¡Oye tú! ¡Fuera de mi camino! ¡No sé qué estés pensando hacer, pero no me interesa! ¿O es qué piensas usar tu puño contra mí nuevamente?" Todo lo dije con un acento maravilloso, realmente me soprendió que finalmente pudiera expresarme tan correctamente y de una manera tan fluida.

Pero él continuó de la misma manera. No se movió ni habló. Sentí como si estuviera hablándole al sensei. ¿Acaso el sensei y ese hombre eran el mismo? ¿Y si realmente era así? No lo había pensado. Además tenía bastantes razones para sospechar, pues nunca antes había visto al sensei y al desconocido juntos. Jamás había visto el rostro del sensei, sólo conocía su voz; y del hombre que tenía enfrente sólo conocía su rostro pero jamás lo había escuchado hablar. Pero...¿Por qué lo haría? ¿Por que disfrazarse? No lo comprendía.

"Estoy frente a un loco", fue lo que pensé y lo que después grité al desconocido, o al sensei, para mí eran el mismo hombre. "¡Estoy frente a un loco, usted es un loco!" Grité tan fuerte que pude escuchar el eco de mi propia voz resonando a lo lejos, una y otra vez.

El eco aún resonaba en mis oídos cuando hablé nuevamente: "Nunca debí haber aceptado venir aquí. Ahora comprendo por qué no hay nadie más aquí. Usted es un pervertido al que le encanta aprovecharse de las personas. No sé que es lo que haya pensado hacer conmigo, pero no quiero quedarme para averiguarlo. Además he descubierto que usted es el que se hace llamar sensei...el haberme golpeado...¡Fue algo muy injusto! ¡Estamos en tierra sagrada! ¿Cómo se atrevió a pelear en ella? ¡Fue un insulto y usted lo sabe!"

Cuando terminé de hablar, estuve a punto de llorar, pero me detuvo mi orgullo. No podía rebajarme frente al que era mi mayor enemigo. Pude haberlo seguido, incluso admirado; pero ahora que sabía la verdad no podía confiar más en él. Pero vi algo que me tranquilizó. Por primera vez lo observé con detenimiento.

Mi nuevo enemigo tenía unos hermosos ojos cafés, su cabello era corto y castaño. Medía casi 1.80, llevaba un karategi blanco. Tenía unas facciones muy varoniles, debo admitir que me pareció guapo, incluso...me gustó. Debía tener unos 26 o 28 años. Pero lo que más me llamó la atención, fue una cinta roja que llevaba alrededor de la cabeza.

Me sonrojé y bajé la mirada por un momento. Incluso estuve a punto de pedir perdón, pero recordé aquella semana infernal en el dojo y el estúpido entrenamiento del sensei. Entonces, levanté la mirada y lo observé de una manera horrible. No debía ablandarme por ser una mujer ante un hombre. En aquellos momentos yo era peor que un muchacho y abandoné esa actitud de niña que había llevado hasta entonces.

Estaba pensando en aquello, cuando vi que el hombre se movió. Me sentí agredida, creí que volvería a golpearme. Entonces cometí otro error: "¡Al diablo el dojo y todo lo que hay en él! ¡Incluso usted, pervertido!", estas fueron mis últimas palabras, para terminar, le lancé una roca con el pie al que había sido mi sensei y finalmente me fui.

Haber hecho eso fue un gran error. Si yo no hubiera sido tan orgullosa y no me hubiera ido sin mirar atrás...Pero no me di cuenta de las verdaderas intenciones del desconocido, él no quería golpearme, habría hecho todo porque yo lo perdonara. Él quería...estrechar mi mano en señal de paz.