Capítulo 5: La partida
Recuperé el conocimiento hasta al día siguiente. Me encontraba fuera de mi habitación, sobre el piso, totalmente dolorida. No recordé nada de lo que había sucedido la noche anterior, pero poco a poco todo vino a mi mente. Estaba tan claro. ¡El desconocido me había golpeado! ¡Me había hecho perder el conocimiento! ¡Y solamente de un golpe! Pero...¿Por qué? Si nosotros debíamos estar unidos. ¡Éramos iguales! ¡Estabamos solos! ¡Cada quien por su lado en ese maldito dojo!
Me levanté con dificultad y caminé hasta el río. Como siempre todo estaba solo y callado, ni un alma. ¡Cómo me hubiera gustado que el lugar estuviera repleto de gente! Pero claro, tener a alguien con quien convivir pacíficamente en ese dojo era imposible. ¡Sólo estaba con esos dos hombres idiotas! Si tan sólo hubiera tenido compañeros con los cuales entrenar...nada de esto hubiera pasado, pero estaba sola con mi alma.
Me acerqué lentamente al río para poder observar el reflejo de mi rostro en el agua, me daba miedo ver el resultado de tan terrible golpe, nunca antes me habían noqueado con uno sólo. Me cubrí el rostro con ambas manos, de modo que mis ojos estuvieran libres para ver. Miré el agua y me vi a mi misma. Separé las manos, lentamente, para ver lo que le había pasado a mi rostro...lo vi. Rápidamente me tiré hacia atrás. "¡¿Qué le hizo ese maldito a mi rostro!?", fue lo único que pensé mientras lloraba sobre el piso. Volví a cubrirme la cara con las manos y me quedé mucho tiempo sentada, llorando. Así paso toda la mañana, pero aquello me ayudó a concluir mi próximo paso: ya no me importaría el entrenamiento, tampoco aquel hombre desconocido, que se había atrevido a tocar mi rostro, ni mucho menos al sensei ni sus consejos inútiles.
Pero, ¿qué tan grave fue el daño de su golpe en mi rostro? Realmente sólo me provocó una ligera hemorragia nasal, pero cuando vi mi reflejo en el agua, vi mi rostro cubierto de sangre. Mi odio fue producto de la vanidad, pues en aquel entonces no podía soportar que alguien se atreviera a tocar mi cara...¡Ah, si aún fuera la misma! No estaría ahora viva.
La sangre seca en mi rostro y en mis manos acrecentó el odio que sentía por el desconocido y aún por el sensei. "¡La gente que vive aquí está loca...excepto yo! ¡Esto es un manicomio habitado por pervertidos!", esta fue una de las cosas en las que pensé. Aquello me llevó a la siguiente conclusión: Si me quedaba en el dojo correría peligro, quizá el loco que entrenaba ahí me mataría. Tenía sólo una semana en el dojo cuando cuando decidí dejarlo, el sensei había tenido razón, no había soportado su entrenamiento. Aunque la verdad no lo soporté a él.
Cuando tuve mi conclusión, hice un esfuerzo por dejar de llorar y me acerqué nuevamente al río. Me lavé la cara y las manos, me dirigí al dojo, entré en mi habitación y tomé mis cosas, las guardé en mi mochila y me quedé un rato sentada sobre el piso, junto a lo que fue mi cama. Aún dudaba en abandonar el dojo, pero con tan sólo ver la habitación del sensei me bastó para darme fuerzas.
Partí ese mismo día, ni siquiera me despedí del sensei ni mucho menos del traidor. Tampoco miré atrás mientras me marchaba. Estuve a punto de salir del área que domina el dojo cuando escuché unas pisadas tras de mí, miré rápidamente hacia atrás y ahí estaba él.