Capítulo 12: Un amigo en Italia


Cuando llegamos al aeropuerto municipal de Roma, bajé del avión y pasé por migración. No hubo problemas, tenía un pasaporte por cinco años. Salí del aeropuerto en busca del autobús que nos llevaría a nuestra jornada por Italia.

El plan del tour era el siguiente: Salir el mismo día de Roma y pasar por los siguientes lugares: Perugia, Florencia, Bolonia, Parma y Milán. Por último regresaríamos a Roma nuevamente para volver a Hong Kong. Todo eso en dos semanas, por lo visto no pasaríamos mucho tiempo en Roma.

Camino al autobús pensé que me había deshecho de toda aquella gente molesta que se había burlado de mí en el avión, pero cuando subí al autobús me di cuenta de una agradable sorpresa: ¡Casi todos estaban ahí! ¡Incluidas las dos lindas señoras! Todos me saludaron, yo les respondí con una sonrisa fingida. Estaba buscando un lugar donde sentarme cuando me di cuenta de que sólo quedaba uno en todo el autobús y que estaba justo en medio de esas dos amables, lindas y sobre todo agradables señoras.

No tuve más remedio que sentarme junto a ellas. "¡Qué suerte que nos haya tocado juntas en el avión y ahora en el autobús!", dijo una. "¡Una verdadera coincidencia!", dijo la otra. Tuve que acostumbrarme a ellas, eran dos mujeres japonesas mayores de 30 años, ambas provenientes de Kawasaki, un lugar muy cercano a Tokio. sus nombres eran: Teru y Shigé.

Teru no era muy delgada, usaba lentes, era algo extravagante, tenía el cabello corto hasta la nuca y poseía un excelente sentido del humor. Tenía un hijo más o menos de mi edad y un buen esposo, según lo que me contó. Me mostró varias fotos y habló maravillas sobre ellos. Me dijo que su hijo era muy guapo e inteligente, el mejor de su clase. "Si quieres arreglaré una cita para ambos...", dijo. Yo me sorprendí y respondí: : "Ahora no estoy interesada en eso, gracias de todos modos". Teru me miró desanimada y dijo: "Tú te lo pierdes". Pero casi al instante recobró su buen ánimo y comenzó a hablar con Shigé nuevamente.

Shigé era más delgada que Teru, tenía cabello largo hasta el hombro, su forma de ser era muy parecida a la de su amiga. Shigé tenía dos hijos: una mujer y un hombre, también un buen esposo. Pero ella no me mostró tantas fotos como Teru, sólo me me mostró una de toda su familia saludando y de fondo el monte Fuji. Ella también me habló de su hijo. "¿Ves que bien parecido es mi hijo? Ya que no aceptaste salir con el hijo de Teru...¿Qué te parecería una cita con mi Sasuke?". Le respondí lo mismo que a Teru: "No, gracias, es que eso a mí no me interesa".

Entonces las lindas señoras se miraron por un momento y Teru dijo asustada: "¡Por Dios! ¡No nos digas que no te gustan los hombres!". Me ruboricé al escuchar semejante cosa, ambas me miraban con rostros de preocupación, así que respondí casi al instante: "¡No, no es eso!" "¿Ah, no? ¿Entonces qué es?", preguntó Shigé, mirándome no muy convencida. "Yo no acepté salir con sus hijos porque...porque...¡Ya tengo novio!", respondí alterada. Al escuchar esto, ambas se tranquilizaron y comenzaron a hablar entre ellas nuevamente.

"¡No puedo creer que me hayan dicho eso! ¿Qué les habrá hecho pensar tal cosa? Si yo no tengo novio es porque...porque...no tengo tiempo. ¡Una buena peleadora callejera como yo vive muy ocupada! ¿Yo saliendo con una mujer?", mientras pensaba en esto, miraba a Teru y Shigé.

Había pasado un buen rato cuando comencé a marearme, la voces unidas de esas mujeres eran como un truco mortal...Me levanté para ir al baño. Pero uno de los tipos que iba en el autobús dijo: ¡Miren! ¡Miren! ¡WAJAJAJA!". Todos empezaro a reír y a burlarse de mí nuevamente, así, entre charlatanas y payasos, comenzó mi viaje por talia.

Nuestro primer destino fue: Perugia, una de las ciudades más antiguas de Italia, está localizada entre el río Tiber y el lago Trasimeno. La ciudad cuenta con estructuras del Renacimiento y de la época medieval. Todo tenía a un aspecto tan viejo... Teru y Shigé tomaron fotos y compraron muchas cosas.

Nuestro segundo destino fue: Florencia, localizada en el centro norte de Italia. Es famosa por sus edificios, museos, galerías de arte y parques de estilo gótico y renacentista. Es una ciudad muy hermosa, disfruté mucho visitarla, pero no tanto como Teru y Shigé, quienes compraban cosas y tomaban fotos sin parar.

Nuestro tercer destino fue: Bolonia, capital de la provincia de Bolonia. También localizada al norte de Italia, al pie de los Apeninos. Teru y Shigé estaban tan divertidas...

Nuestro cuarto destino fue: Parma, se encuentra al norte de Italia, capital de la provincia de Parma. Teru y Shigé se encontraban realmente fascinadas por la ciudad, los demás pasajeros estaban fascinados criticándome, como siempre.

Podría seguir con: nuestro quinto destino fue, pero lo que pasó en Milán fue lo mejor del tour. Nos quedamos una semana, pero eso no fue lo único...

Visitamos la galería de Vittorio Emanuele, en su interior hay restaurantes, cafeterías y grandes tiendas, en las cuales Teru y Shigé aportaron mucho dinero. Los demás siguieron haciendo bromas sobre mí. También visitamos la biblioteca Ambrosiana, abierta en 1609, fue la primera biblioteca pública que existió en Europa. Mientras recorríamos la biblioteca, todos tomaban cientos y cientos de fotos, especialmente las señoras Teru y Shigé.

Pero no fue la librería Ambrosiana, ni la galería de Vittorio Emanuele, ni todos los lugares que visitamos los que llamaron mi atención...Lo que llamó mi atención fue una persona que conocí, Aoi...Shingo Aoi.

Mientras estabamos en el hotel, por cierto, tuve que compartir mi cuarto con las dos lindas señoras (porque no había muchos cuartos), decidí salir con Teru y Shigé para comprar recuerdos, y vaya que ellas compraron, y mucho, yo no compré absolutamente nada. Nos separamos por un instante, fue cuando las perdí de vista. Caminé hasta dar con una fuente. Había unos niños jugando fútbol y una multitud que se acercaba. Me recargué en el borde de la fuente para ver el reflejo de las cosas en el agua: El cielo, palomas, a mí misma y a un muchacho que estaba de espaldas a la fuente, haciendo piruetas con un balón de fútbol.

La multitud lo miraba fascinado, yo también lo miraba. Era tan ágil y manejaba perfectamente el balón. La gente le ofrecía dinero y él lo colocaba dentro de un sombrero. "Se gana la vida solo, como yo", pensé, fascinada, mientras me acercaba un poco para mirar más de cerca, pero de pronto dos sujetos se pararon justo frente a mí, cerrándome el paso. Escuché que comenzaban a decir algo: "Pueden manejar el balón, pero no pueden anotar goles", dijo uno. " Tienes razón. ¡Ja,ja,ja!", agregó el otro. No pude comprender porque habían dicho eso. De pronto vi como el muchacho que hacía piruetas con el balón se había detenido, lo había escuchado todo, esas palabras eran para él.

De pronto un hombre dijo:"¡Está llorando! ¡Si ya no piensa hacer nada es mejor que nos vayamos!". Así la multitud comenzó a irse y sólo quedamos el muchacho y yo. Traté de comprender por qué le habían dicho eso. Cuando lo miré más de cerca me di cuenta de todo.

Me acerqué un poco más a él...¡Era un japonés! Estaba llorando por lo anteriormente dicho y además sujetaba en su puño algo que colgaba de su cuello.

Los italianos pensaban que los japoneses no eran buenos para el fútbol, por eso lloraba.

Me encontraba a su lado, de pie, pero de pronto él abrió los ojos, se dio cuenta de que yo estaba allí y...¡Me sonrió! Pasó su brazo derecho tras su nuca, y su mano izquierda por su nariz, y dijo: "¡Hola, qué tal!", en Inglés (muy extraño acento) y se fue.

Se hubiera ido completamente si yo no hubiera dicho lo siguiente: "¡Oye tú, espera, no te voy a comer!". Lo dije todo en japonés para que me hiciera caso y así fue. Volvió la cabeza lentamente hacia mí y sonrió nuevamente.

Así nació nuestra amistad, le sorprendió escuchar a alguien hablar en su idioma y me invitó a sentarme sobre el borde de la fuente. Durante todo el tiempo que hablamos, él no dejó de mirarme, muy nerviosamente, además era un joven muy simpático. El siguiente diálogo fue todo en japonés:

--¿Cómo te llamas?--le pregunté--¿Por qué hacías trucos con un balón?

--¡Mi nombre es Shingo Aoi!--dijo mientras estrechaba mi mano--¡Qué gusto conocerte! ¡Estoy aquí porque quiero pertenecer a la serie A, en algún buen equipo italiano! Y estaba haciendo trucos con un balón porque me he quedado sin dinero...--se puso triste en esta última parte.

--Bien, Aoi, también es un gusto conocerte, pero...¿Por qué te has quedado sin dinero? ¿Acaso no trajiste suficiente?

--Traje 1 millón y medio de liras para este viaje...--Respondió mientras se entristecía más y más-- Llegué a un club para pedir que me aceptaran, pero no quisieron hacerlo. De pronto llegó un hombre diciendo que si le entregaba dos millones de liras esterlinas hablaría con el directivo del club para que me dieran una oportunidad...¡Pero me engañó y se quedó con mi dinero! ¿Y tú qué haces por aquí? ¿También juegas fútbol?--preguntó Aoi mientras señalaba mis piernas.

--¡Ah, no! ¡Nada de eso! Yo vine en un tour desde Hong Kong.

--¡Ahhh! Pero...--Decía mientras observaba mis piernas.

--¿Pero qué?--le respondí mientras apartaba mis piernas.

--¡Oye, no te asustes! ¡Sólo quiero saber porque tienes unas piernas tan fuertes! Además no pareces ser de Hong Kong..--mientras decía esto se acercaba más a mí.

Estuve a punto de responder, pero de pronto llegaron Teru y Shigé, repletas de recuerdos que habían comprado por todas partes. "¡Vaya, vaya! ¡Parece que te estás divirtiendo, jovencita!", dijo Teru con su gran voz. "No aceptaste tener una cita con nuestros hijos y prefieres divertirte con este...¡Pero si es un japonés!", agregó Shigé, bastante sorprendida. Me sentí muy avergonzada y sólo pude decir: "Aoi, te presento a Teru y a Shigé, ellas vienen conmigo en el tour...". Shingo, Teru y Shigé se miraron a los ojos por un momento, creí que no se habían simpatizado aquellos tres, pero al contrario: "¡Mucho gusto, señoras!", dijo Shingo con un tono parecido al de las lindas señoras. ¡Eran casi idénticos! Teru y Shigé se miraron entre sí y comenzaron a reír. "¡Pero que muchacho tan simpático!", dijeron ambas

Los tres estuvieron platicando un rato, Teru le dio la dirección de nuestro hotel a Shingo. "¡Ven a visitarnos!", dijo Teru. Shigé le murmuró algo a Shingo en voz muy baja, pero pude escucharlo todo: "Oye, Shingo. ¿Ves a la chica que estaba hace poco contigo? Teru y yo creemos que hacen bonita pareja...". Pude notar como Shingo se sonrojaba, fue cuando decidí hablar nuevamente: "¡Teru, Shigé! ¿No creen que ya es hora de irse al hotel". "¡Está bien, como tú digas!", dijo Teru guiñando el ojo.

Mientras Teru y Shigé se iban, Shingo también se preparaba para irse. "¿Te vas?" , le pregunté. Entonces Shingo regresó nuevamente y me dijo: " Sí, lo siento. Pero tengo que arreglar unos asuntos...". Hizo un ademán de despedida con la mano y comenzó a caminar, entonces corrí detrás de él gritando: "\¡Shingo! ¡Espera, quiero ir contigo!". Shingo no se opuso a esto y me permitió ir con él, yo tenía gran curiosidad por saber lo que Shingo haría y además prefería estar con él que con la gente del tour.

Mientras caminábamos, Shingo me dijo que acababa de llegar a Milán ese mismo día y que en el aeropuerto había conocido a Roberto Baggio, la estrella de fútbol italiano. De pronto llegamos a un campo de fútbol completamente cercado, pero descubrimos una entrada, quizá un descuido, pero Shingo no dudó en entrar y lo seguí.

Aquello era un club de soccer y en el campo entrenaba el equipo local. Shingo y yo nos encontrábamos escondidos detrás de un edificio, Shingo estaba fascinado mirando el panorama. Pero un hombre nos descubrió, "'¡Qué están haciendo aquí!, cómo pudieron entrar?". Era un hombre que lustraba tacos de soccer y estaba sentado en unas escaleras.

Hubiera salido corriendo si Shingo no se hubiera acercado al hombre, lo seguí y nos sentamos junto a él. "¡Qué maravilla, cuantos tacos!", exclamó Shingo mientras intentaba tomar unos, pero el hombre lo detuvo: "¡No los toques, chico!" . De pronto otro hombre llamó al tipo que lustraba los tacos, así Shingo y yo nos quedamos solos con los tacos. ¡Y Shingo comenzó a lustrarlos!

Cuando el tipo regresó, se sorprendió al ver a Shingo lustrando sus tacos: "¿¡Qué has hecho, te dije que no los tocaras!", dijo con terror. Pero cuando vio los tacos tan bien lustrados, olvidó lo anterior y dijo: "Vaya...eres bueno" . Shingo se llevó la mano izquierda tras su nuca y sonrió como sabía hacerlo.

En un momento estabamos los tres sentados en las escaleras, Shingo, el tipo que lustraba tacos y yo hablamos: "Veo que ustedes dos tienen piernas muy fuertes, esas piernas son buenas para jugar fútbol", dijo el señor...no recuerdo bien su nombre, lo llamaré simplemente "señor Ero". Shingo preguntó: "¿En serio?". "¡Claro que sí!", respondió el señor Ero. "En mi caso no lo creo...", dije en voz muy baja.

Entonces, el señor Ero y Shingo hablaron hasta llegar a un acuerdo: "Si te gusta tanto el fútbol, ¿por qué no vienes y me ayudas a lustrar tacos todos los días empezando desde mañana? Así podrás ver más de cerca el fútbol italiano, si quieres también puedes traer a tu amiga", dijo mientras me señalaba. Shingo aceptó, era algo muy importante para él, dio un gran salto en el aire y muy contento gritó: "¡Sí! ¡Al fin podré ver el fútbol italiano!

Cuando dejamos el club, Shingo estaba muy contento, yo no podía comprender por qué le hacía tan feliz ver a un montón de muchachos italianos pelear por un balón. De pronto Shingo interrumpió mis pensamientos: " Oye...aún no has respondido mi pregunta de hace un rato" . Era cierto, no había respondido sus preguntas: "¿Por qué tienes unas piernas tan fuertes? ¿Eres de Hong Kong?

"Disculpa, Aoi. Bueno, creo que tengo piernas fuertes porque practico artes marciales, he estado viajando por Asia. He visitado Japón, Hong Kong, Tailandia y la India. Ahora me encuentro de vacaciones y por eso estoy aquí. Shingo se quedó callado por un buen rato, de pronto habló nuevamente: "¡Vaya que eres interesante!".

Shingo tomó algo que colgaba de su cuello y calló nuevamente. Me pregunté qué era aquello.Ahora que lo sé lo contaré: Un pequeño morral colgaba del cuello de Shingo, en su interior había tres monedas: Un dólar, un franco y 100 yen. Cada una conmemoraba algo, el dólar significaba la copa mundial de fútbol de Estados Unidos en el 94', el franco significaba la copa mundial de Francia en el 98' y los 100 yen representaban la copa mundial en Japó n del 2002. Algo curioso¿no?

Estuvimos caminando por largo tiempo, Shingo me habló de su gran pasión por el soccer hasta que llegamos al hotel. Cuando llegamos ya era de noche, Shingo se despidió y dio unos cuantos pasos, pero se detuvo y dijo: "¡Lo olvidaba! ¡Mañana vendré por ti!". Entonces se fue, lo despedí mientras me sonrojaba, nunca antes me había sentido así. Pero de pronto aparecieron Teru y Shigé, quienes me llevaron del brazo para cenar en el restaurante del hotel. "¡Date prisa, jovencita!", dijo Teru mientras nos dirigíamos al restaurante. "¡No podemos perder una cena gratis!", agregó Shigé.

Nos sentamos las tres juntas en una mesa, el lugar estaba repleto por gente del tour. Teru y Shigé comieron mucho, yo no pude comer tanto, me quedé pensando en Shingo.

Ya era muy tarde cuando regresamos a nuestra habitación. Había dos camas, televisión, un baño, una mesita con un teléfono, decorado al estilo de la ciudad de Florencia. Me sorprendió ver la cantidad de cosas que Teru y Shigé habían comprado. Teru y Shigé durmieron juntas en una cama (para hablar mejor), estuvieron hablando casi hasta la madrugada, yo dormí silenciosa en una cama.

Estaba profundamente dormida al día siguiente. Eran las nueve de la mañana cuando escuché las voces de Teru y Shigé tratando de despertarme. "¡Un chico te busca en la puerta!", dijo Teru. "¡Será mejor que bajes rápido o se irá!". Me levanté rápidamente para ir con Shingo.

Cuando salí del hotel, Shingo estaba a punto de irse, se veía algo triste; pero en cuanto me vio, sonrió. Llegamos justo a tiempo para el entrenamiento del equipo, el señor Ero nos esperaba. El campo estaba lleno de muchachos de unos 15 a 17 años (según el señor Ero, pero algunos se veían mayores). ""¡Son casi de mi edad!", dijo Shingo sorprendido. Algunos jugadores eran realmente encantadores, pero no tanto como el portero, que se llamaba Ginno.

Mientras observábamos el entrenamiento, pude ver como Shingo observaba los movimientos de esos jugadores como hipnotizado, cada movimiento pasaba por sus ojos y era analizado. "Shingo...", pensé. Estaba claro, el soccer lo era todo en su vida.

Un jugador insolente se acercó al señor Ero y dijo: "¡Estos tacos no sirven, dame otros!" Entonces tomó de las manos del señor Ero unos tacos que aún no terminaba de limpiar. "¡Oye tú! ¡Regresa!, gritó Shingo molesto, pero aquel jugador no le hizo caso. "Déjalo Shingo...", dijo el señor Ero.

De pronto sucedió algo extraño, el jugador que le había arrebatado los tacos al señor Ero cayó lastimándose el pie. El entrenador dijo que quería a un suplente, pero en esos momentos no había suplentes disponibles. El señor Ero miró a Shingo y después le dijo al entrenador: "¿Qué te parece este jugador?". "Está bien, que entre", dijo el entrenador. Shingo se puso my feliz y cuando estaba a punto de entrar al campo, el señor Ero le ofreció unos tacos para que pudiera jugar. Shingo dijo: " Pero...". "No te preocupes, los tacos son lo más importante para un jugador de soccer, ese chico se lastimó el pie porque no supo apreciar sus tacos. Anda Shingo, tómalos". Entonces Shingo aceptó y en cuanto se los puso entró al campo.

Mientras tanto, el señor Ero preguntó: "¿Perteneces a algún equipo de soccer femenil?". Yo lo miré, después miré hacia el campo y dije: "No, yo no soy como Shingo. Mi vida no pertenece al soccer" . "Entonces, ¿por qué estás aquí?", preguntó. "Porque quiero entretenerme", respondí. Entonces los dos nos callamos y miramos el entrenamiento.

Algo no estaba bien en el campo, pues a los jugadores italianos no les gustó compartir su campo con un japonés y comenzaron a molestarlo llamándolo "japonés". Ninguno quiso pasarle el balón en ningún momento, nadie le hizo caso, los miembros de su propio equipo le robaban el balón. Me enfurecí al ver a Shingo en manos de esos idiotas.

Entonces Shingo pareció cambiar de estrategia, se lanzó en contra de un miembro de su propio equipo y le robó el balón. "¡¿Qué haces, él es de tu equipo!?", dijo uno de sus compañeros. "¡Lo sé!" , exclamó Shingo corriendo hacia la portería. Shingo esquivó maravillosamente a todos los jugadores que lo atacaban, cuando estuvo frente la portería tiró a gol, pero el balón topó con el arco y salió volando, entonces Shingo corrió nuevamente tras el balón, y anotó al portero estrella con una sorprendente chilena. Shingo corrió hacia el señor Ero y lo abrazó, el señor Ero le dio un beso en la mejilla, Shingo puso cara de asco. Reí al ver esa escena, pero no por mucho tiempo, porque después de abrazar al señor Ero, Shingo se dirigió hacia mí y también me abrazó.

Todos se sorprendieron, incluso el entrenador del equipo. Los movimientos de Shingo fueron tan maravillosos que el entrenador lo llamó y lo invitó a quedarse en el club. Shingo se quedó sin habla. "¿No estás contento, Shingo?", preguntó el señor Ero. Shingo le pidió que lo pellizcara, porque todo le parecía un sueño. Un fuerte pellizco le demostró que todo era verdad, había sido aceptado en el club. Entonces volteó hacia mí y me abrazó, después dio un salto de felicidad. Me sentí muy extraña.

El entrenador nos llevó hasta su oficina, le dijo a Shingo que ya estaba dentro, los entrenamientos eran todos los días a las nueve. Como yo no era buena para lustrar zapatos, me quedé como ayudante del equipo, no me gustaba ese trabajo, pero al menos me entretendría todo lo que quedaba de la semana, y además...Me quedaría junto a Shingo.

Nos despedimos aquel día, Shingo se dirigió muy feliz a su departamento y yo regresé al hotel. En el camino me encontré a Teru y a Shigé, quienes regresaban después de hacer unas compras. "¿Dónde habías estado?", preguntó Teru. "Seguramente divirtiéndose con aquel muchachito japonés...", agregó Shigé riendo. No les hice caso en todo el camino al hotel, cuando llegamos nos dirigimos directamente al restaurante, todas teníamos hambre. Después fuimos a descansar.

Me levanté a las ocho, desayuné en el hotel con Teru y Shigé, después nos separamos. Las dos amigas fueron nuevamente a la galería Vittorio Emanuele porque querían tomarse unas fotos. Yo me dirigí al club de soccer, ya casi eran las nueve.

Cuando llegué al club, Shingo aún no había llegado, todos los jugadores ya se encontraban en la cancha, el señor Ero ocupaba su lugar al lado de la cancha y el entrenador también se encontraba ahí.

Mi trabajo era fácil, cuando se terminaba el entrenamiento tenía que ofrecerles toallas y agua a los jugadores, eso era todo. Así que durante todo el entrenamiento podía sentarme junto al señor Ero para ver a los chicos jugar.

Shingo llegó exactamente a las nueve ese día, el uniforme azul marino y negro se veía muy bien en él, además el número 20 en su espalda quedará plasmado en mi memoria por siempre.

El primer día no pasó nada especial, el entrenamiento duró hasta tarde. Shingo se veía muy cansado a la mitad de este, por lo visto el nivel de entrenamiento italiano era mayor al japonés y se había cansado pronto. Un chico habló: "¿Ya te cansaste japonés?". "¡Por supuesto que no!", dijo Shingo decidido. Al final del entrenamiento todos estaban muy cansados, pero Shingo seguía con el balón entre sus piernas.

Todos se fueron, Shingo estaba apunto de irse, pero Ginno (el portero), tocó su hombro para hablar con él. Así nos quedamos en la cancha Shingo, Ginno y yo. Debo confesar que cada vez que me acercaba a Ginno me sonrojaba, era bastante guapo.

Nos sentamos en las gradas. Después de presentarnos, Shingo y Ginno comenzaron a hablar de un tal Ozhora Tsubasa. Parecía que era una estrella en el mundo del fútbol, ambos lo conocían y admiraban su juego. Entonces Shingo me contó cómo Tsubasa le había dado aquellas tres monedas: Cuando Tsubasa se fue a entrenar a Brasil, Shingo fue a despedirlo creyendo que Tsubasa no lo recordaría, pues ambos habían tenido un juego antes de la partida de Tsubasa, pero éste lo reconoció perfectamente y le arrojó las tres monedas como recuerdo de la siguiente promesa, la cual se hicieron aquel día en el aeropuerto internacional de Tokio: "Si en verdad amas tanto al fútbol, promete que te convertirás en un profesional y que llevaremos a Japón hasta la victoria", estas palabras las dijo Tsubasa antes de irse.

Al final Shingo y Ginno también hicieron su propia promesa, se convertirían en jugadores profesionales.

Shingo, Ginno y yo nos hicimos buenos amigos. Ese día hablamos de nuestras vidas. Cuando regresamos, vimos a todo el equipo fuera del club, viendo como uno de sus miembros se iba. Shingo le preguntó a Ginno la razón de la partida de aquel jugador. "Cuando los directivos de un equipo piensan que no tienes cualidades para estar en la serie A, te despiden. Asíde dura es la vida en la serie A, es triste pero es la verdad", dijo Ginno.

De pronto todos los miembros del equipo se nos acercaron, y uno de ellos se dirigió enfurecido hacia Shingo: "¡Fue tu culpa japonés! ¡Armand y yo jugamos juntos desde la primaria, teníamos el mismo sueño y por tu culpa fue despedido! ¡Te juro que no descansaré hasta que salgas del equipo! ¡Te haré sufrir tanto que desearás irte!" . Miré a Shingo, estaba muy asustado.

No pude soportarlo e intervine: "Deja de llorar y mejor vete. Shingo no tiene la culpa de que tu amigo Armand sea un mediocre". Mattew (así se llamaba el tipo), se molestó bastante y me retó: "Parece que la novia del japonés se molestó. ¡Te reto a una pelea ahora mismo enfrente de todos para que cierres la boca!". Mattew dijo esto pensando que me asustaría y que no aceptaría. "Acepto...", dije mirándolo a los ojos.

"Está bien, yo no quería hacerlo pero túte lo buscaste" , dijo Mattew lanzando el primer golpe, detuve su puño entre mis manos y lo lancé al piso. Todos se impresionaron, Mattew se levantó aún más enojado, trató de golpearme nuevamente, pero le di un golpe muy fuerte en el estomago. Y no pudo levantarse más.

Los amigos de Mattew lo levantaron, pero Mattew los apartó y con una mano sobre su estomago gritó: "¡Te arrepentirás de esto!". Entonces Mattew y el equipo se marcharon, pensé que Mattew dejaría tranquilo a Shingo después de ese golpe, pero el resultado de mi pelea le dio muchos problemas a Shingo.

Cuando todos se fueron, me despedí de Shingo y de Ginno, y me dirigí al hotel. Aquel día también me encontré a Teru y a Shigé en el camino.

En cuanto llegamos al hotel, las dos amigas se dirigieron directo al restaurante, pero yo preferí ir a descansar. Abrí la puerta de la habitación, me acosté en la cama, cerré los ojos y me puse a pensar en la pelea de aquel día. Me di cuenta de que no estaba en buena forma, porque me había costado un poco derrotar a Mattew. Además no comprendía por qué me había portado de esa manera frente a todos, Mattew no era un peleador, era un jugador de soccer.

Decidí que de aquel momento en adelante entrenaría cada noche, así que me levanté de la cama y salí del hotel.

Para entrenar escogí un sector de la ciudad casi desierto, no había nadie cerca, ni nada que me molestara. Entrené despreocupadamente bajo las estrellas sin imaginarme siquiera lo que sucedería al día siguiente.

Llegué muy tarde al hotel, Teru y Shigé roncaban en su cama, así que me acosté silenciosamente.

A Shingo no le fue muy bien al día siguiente, Mattew había convencido a todos los jugadores (excepto a Ginno), de que trataran mal a Shingo. Los jugadores le daban malos pases, lanzaban demasiado lejos el balón, y además jugaban demasiado rudo... esa era la venganza de Mattew.

"¡Mattew!", pensaba mientras retorcía una toalla entre mis manos. Todos los jugadores hicieron ver al entrenador que Shingo era un mal jugador, pero el señor Ero y yo sabíamos que eso era falso.

Esa misma tarde Shingo se quedó con el señor Ero y conmigo en el campo vacío. El señor Ero lustraba tacos, Shingo estaba sentado, ocultando la cabeza entre las piernas y yo estaba sentada a su lado, mirándolo. "No es justo...yo quiero ser su amigo, pero ellos no me dan la oportunidad..", dijo Shingo a punto de llorar. "Además siempre me llaman japonés, como si trataran de decir: ¡Estúpido, estúpido!", agregó el mismo Shingo. "¿Sabes que significa japonés, Shingo?", preguntó el señor Ero mientras lustraba un par de tacos. "Significa persona que viene de Japón, ¿no es cierto?", respondió Shingo. "Sí, pero también significa muchacho que no sabe jugar fútbol. Entonces juguemos mejor que los italianos, Shingo, así demostrarás el verdadero fútbol japonés" , agregóel señor Ero mientras le sonreía a Shingo.

"¡Sí, lo haré!", dijo decididamente Shingo y me miró. "Buena suerte, Aoi", le dije. Shingo se puso muy feliz, se levantó y miró el campo como soñando.

Shingo me acompañó esa noche hasta el hotel, esa vez no vi a Teru ni a Shigé. "¡Hasta ma\'f1ana!" , dijo Shingo antes de irse. "Shingo...", pensé mientras me dirigía al interior del hotel.

Esa noche recordé al dojo, al sensei, a Fei Long, a Tako, a la familia Hirame, Dhalsim y su ki...Recordé todo lo que había vivido anteriormente. Ahora era otra persona diferente, alguien que ya no peleaba todas las noches, ni dormía en las peligrosas calles de Kowloon. Esa noche no fui a entrenar, cuando me dormí, Shigé y Teru entraron en la habitación, habían llegado muy tarde porque habían estado paseando por la ciudad.

En cuanto entró el primer rayo de Sol a la habitación, me levanté, me di un baño y me vestí rápidamente. Teru, Shigé y yo desayunamos en el restaurante del hotel. "¿Qué haces todo el día, jovencita?", preguntó Teru mientras sostenía un vaso de jugo en su mano derecha. "Nos has tenido preocupadas, ¿sabes?" , agregó Shigé mientras untaba mantequilla a un pan. "Soy ayudante en un equipo de fútbol italiano" , dije con una gran sonrisa en los labios. "¡¿Qué?", preguntó Teru sorprendida. "Como lo escucharon...Las veré después", dije mientras me levantaba de la mesa. Entonces salí del restaurante y rápidamente corrí por la calle.

Ese día fue terrible para Shingo, quien solamente quería ser amigo de su equipo. Pasó lo mismo que el día anterior: Malos pases, un juego rudo...y lo que vino después no fue mejor. Cuando terminó el entrenamiento y Shingo se dirigió a los vestidores, vio un periódico pegado en la puerta que decía: "El equipo juvenil de Japón es derrotado". Shingo lo arrancó y entró molesto a los vestidores. "¡¿Quién hizo esto!?", gritó. Los muchachos que se cambiaban de ropa sólo lo miraron y se rieron. De pronto Shingo miró su locker, se dio cuenta de que estaba abierto, toda su ropa estaba tirada sobre el piso y estaba lleno de objetos que colgaban en su interior. "¡Si quieren decirme algo, háganlo! ¡Pero no me hagan estas tonterías!", gritó Shingo molesto. Un jugador dijo: "¡Oye, no te molestes tanto! Cuando llegamos ya estaba así, ¿no es cierto, muchachos?". Mattew agregó: Por eso no soporto a los jugadores japoneses, se molestan tan fácilmente...".

Al salir de los vestidores, Shingo pasó por la oficina del entrenador y lo escuchó hablar con otro hombre de cómo había empeorado su juego. "Si Shingo sigue así tendremos que despedirlo", dijo el entrenador. Shingo se aterró al escuchar aquellas palabras, retrocedió y se dirigió nuevamente a los vestidores, que ya estaban vacíos. Ginno lo encontró, Shingo se preparaba para irse y se estaba molesto. "¿No vas a estar en la práctica de la tarde con nosotros?", preguntó Ginno mientras lo miraba. Shingo no le hizo caso, tomó sus cosas y salió del club.

Me topé con Shingo cuando salió del club, no era el mismo de siempre, estaba realmente enfurecido. Ni siquiera se despidió de mí, lo cual se me hizo muy extraño. "¿Se habrá molestado conmigo?", pensé. Decidí seguirlo para ver de qué se trataba, pero de pronto alguien tocó mi hombro...Era Ginno. "Ginno", dije mientras me sonrojaba. "No te preocupes por él, está pasando por momentos muy difíciles. Es todo", dijo Ginno mientras me miraba. Bajé los ojos y miré el camino por donde Shingo se había ido, callé por un momento pero de pronto dije: "No sé ...Me siento culpable por esto. Tal vez si yo no hubiera venido a Italia, esto jamás le hubiera pasado a Aoi...". Ginno me miró y sonrió. "No te preocupes por eso, Mattew está enfadado con Shingo por lo que pasó con Armand. Lastimaste el orgullo de Mattew al vencerlo, pero no va a demostrar su odio molestando a Shingo", dijo Ginno. "Gracias...bueno, creo que debo irme..." , dije mientras me alejaba poco a poco, debo admitir que me ponía muy nerviosa frente a él. "¡Hasta luego!", dijo Ginno.

No fui directamente al hotel, estuve paseando por la ciudad preocupada por Shingo. Recordé las palabras que Ginno había dicho y quise creerlas, pero sabía que en el fondo, Mattew se desquitaba con Shingo por lo que yo le había hecho. Caminé por varias horas hasta que llegué a un sitio desconocido, en el cual había una ancha pared, al final de ésta había un pequeño hueco, del cual salían ruidos muy extraños."¿Qué será?", pensé mientras me acercaba para mirar mejor. Al ver aquello me sorprendí bastante: ¡Allí estaba Shingo! Y entrenaba muy duro, siempre con el balón en las piernas y lo dominaba con un excelente control. Al ver aquella escena un recuerdo vino a mi mente: El sensei entrenaba igual que Shingo. Aunque ambos practicaban diferentes cosas. Entonces comprendí a Shingo y salí corriendo de ahí. ¡Yo quería ser como él!

Mientras corría me puse a pensar en todo lo que había hecho hasta entonces, desde que había ganado el torneo de artes marciales y había aceptado ir a Japón. Me comparé con Shingo, él luchaba por su sueño, el socce; él luchó para llegar hasta donde está, su esfuerzo lo convirtió en un excelente jugador. En cambio yo, sólo practicaba las artes marciales para alejarme de mis padres y de mi país, para alejarme de todo. Hasta entonces sólo era una luchadora callejera, sólo luchaba por el dinero y no por un verdadero sueño como el de Shingo. Entonces sentí como si todo lo que había hecho hasta entonces hubiera sido en vano. Desde que había desobedecido al sensei hasta mi continua presunción, lo único que había logrado era bajar de nivel. Decidí ser como Shingo, lucharía por un sueño y no sólo por el dinero.

"¡Lo haré!" , pensé con una gran sonrisa en los labios. Elegí un buen lugar para practicar y entrené con tantas fuerzas como las de Shingo. Cuando terminé estaba muy cansada, ya era de madrugada y corrí hacia el hotel. Subí a mi habitación para descansar, en cuanto llegué a mi cama me tumbé en ella sin siquiera cambiarme de ropa. Me quedé profundamente dormida. A la mañana siguiente lo primero que escuché fue la voz de Teru llamándome: "¡Despierta! ¡Despierta! ¿No piensas ir al club de soccer?". No tuvo que repetirlo dos veces, de un salto me levanté de la cama y miré el reloj: ¡Faltaban cinco minutos para las nueve!. Me despedí de Teru y salí corriendo sin desayunar, llegué cinco minutos tarde al club. "Perdón...", le dije al señor Ero, que me miraba impaciente.

Durante los dos días siguientes Shingo entrenó aislado de los demás, se acercaban partidos importantes para el equipo. Yo también entrené por mi parte, recuerdo que el día antes del gran partido el entrenador los llamó a todos en la cancha para revelarles la alineación del equipo. El señor Ero y yo esperamos que Shingo estuviera entre los seleccionados, pero no fue así. Mattew y los demás jugadores se pusieron felices al saber que Shingo no formaría parte del equipo. Shingo se veía muy desanimado. Entonces el entrenador pasó justo frente al señor Ero y frente a mí. "Veo que te has vuelto insensible, ya no miras las cosas tan bien como antes", dijo el señor Ero con un aire molesto. "¿Qué dices?", preguntó el entrenador sorprendido. "Así es, mira los tacos que lleva Shingo puestos. ¿Los recuerdas? Los hice es pecialmente para ti cuando te encontrabas en momentos muy difíciles", respondió el señor Ero. "Comprendo...", dijo el entrenador antes de irse. No comprendí muy bien lo que pasaba, pero al día siguiente comprendí el efecto que aquel diálogo había provocado en el entrenador.

Al día siguiente fue el partido tan importante, todos mis compañeros del tour asistieron, hasta Teru y Shigé fueron para animar a Shingo. Aunque les dije que Shingo no jugaría, ellas insistieron en ir. Aunque el entrenador nos sorprendió a todos con las siguientes palabras: "Shingo va a entrar como suplente" . Mattew y los demás se molestaron, en cambio Ginno y yo nos pusimos muy felices por Shingo. Los primeros momentos del partido no fueron muy buenos para el equipo, pues el equipo contrario tomó rápidamente la delantera. Noté como Shingo se desesperaba, entonces le pidió al entrenador que lo dejara jugar. "¡Qué tonto! ¿Acaso cree que el entrenador lo dejará jugar? Ni que fuera tan importante", dijeron otros suplentes que estaban en la banca. El entrenador escuchó eso y dijo: "Puedes entrar, Shingo". Todos se sorprendieron. En cuanto Shingo entró a la cancha pude escuchar los gritos de Teru y Shigé. Al principio el equipo rechazaba a Shingo, pero el deseo de ganar los hizo cambiar y apoyarlo. El último en hacerlo fue Mattew, pero Ginno habló con él y logró hacerlo reaccionar. Con ayuda de Shingo, el equipo pudo ganar, fue un excelente partido. Ya había pasado una semana desde nuestra llegada a Milán, esa tarde todo el tour partiría hacia Roma. Pensé en eso y me puse triste, yo quería quedarme con Shingo, pero no podía.

Miré desde lejos como todo el equipo le agradecía a Shingo su apoyo, no quería despedirme, así que salí del estadio sin que nadie me viera. Me topé con Teru y con Shigé a la salida, me miraron extrañamente y Teru preguntó: "¿Que ese muchacho que siempre estaba contigo no piensa despedirse?". "Vaya si es un malagradecido" agregó Shigé. Las miré y dije: "No es eso...yo soy la que no quiere despedirse", dije, y entonces miré hacia el estadio por última vez antes de subir al autobús y pensé: "Shingo".

El autobús no pudo partir porque alguien se puso frente a él. "¿Qué sucede?", le preguntó Teru al conductor. "Hay un idiota tapando el camino", respondió éste. Entonces bajé rápidamente del autobús y me sorprendí. Era Shingo y estaba llorando: "¿Por qué te fuiste sin despedirte de mí? ¿No te agrado?" . Me sentí mal, estuve a punto de responder, pero vi que aquello era un espectáculo para la gente del tour y para su conductor, así que le pedí un poco de tiempo al conductor y llevé a Shingo lejos del autobús. "Está bien, todo sea por el amor", suspiró el conductor.

Caminamos un poco y después nos detuvimos, miré a Shingo a los ojos, tenía el rostro lleno de lagrimas. "Shingo yo...no es que no me agrades, pero...fuiste mi mejor amigo en Italia, no tenía a nadie más, siempre estuviste a mi lado. Pero comprende que me es muy difícil despedirme de alguien tan importante como tú, pienso que jamás podré olvidarte. Y aunque no quiera admitirlo, me parece que sientes algo más que amistad por mí. ¿No es cierto?, pregunté mientras me sonrojaba. Shingo me miró y se lanzó abrazándose a mí. Al principio no supe que hacer, pero después de un rato también lo abracé, no por mucho tiempo, porque Teru y Shigé estaban cerca tomando fotos. Tomaron una excelente foto de Shingo abrazándome, la cual me dieron en cuanto llegamos a Hong Kong. "¡Ahora comprendo!", dijo Teru con su gran voz. "¡Querían una despedida romántica!", agregó Shigé.

En cuanto vi a Teru y Shigé me aparté de Shingo y dije: "¡Oigan, esto es privado!". "¡Está bien, está bien! Pero date prisa porque la gente ya quiere partir. Adiós jovencito", dijeron ambas antes de partir. "¡Adiós señoras!", dijo Shingo como si nada hubiera pasado. De pronto Shingo comenzó a llorar nuevamente. "¿Qué pasa? No te pongas triste...", dije. Shingo me miró, tomó mis manos entre las suyas y dijo: "Es que...¡Estoy muy feliz por haberte conocido! Te deseo buena suerte, espero que sigas entrenando artes marciales. Te prometo que algún día llevaré a Japón hasta el campeonato mundial y ganaré. ¡Sé que algún día volveré a verte!" . Me puse muy feliz al ver que Shingo lo había comprendido todo, entonces lo miré a los ojos sin apartar mis manos de las suyas y dije: "Aoi...yo también estoy muy feliz de haberte conocido, me enseñaste muchas cosas. Espero volver a verte, estoy segura de que así será y cuando llegue ese momento me gustaría verte convertido en un gran jugador". Shingo se alejó un poco de mí y dijo: "¡Así será! Bueno, creo que debes irte". Entonces Shingo se acercó nuevamente a mí y me dio un pequeño beso en los labios. Ambos nos sonrojamos bastante y entonces Shingo corrió hacia el estadio, pero antes de irse completamente se detuvo y gritó: "¡Me gustas mucho!". Y en cuanto lo dijo desapareció completamente. "Shingo...", pensé mientras veía como se marchaba.

En cuanto Shingo se fue, me dirigí rápidamente al autobús, todos estaban impacientes por irse. Me dirigí a mi lugar, en medio de Teru y Shigé, mientras caminaba pude sentir como todos los pasajeros me miraban sin parpadear. El regreso a Roma fue largo, nuevamente pasamos por Perugia, Florencia, Bolonia y Parma hasta llegar a nuestro destino.

Llegamos al aeropuerto y subimos al avión. Me puse a pensar en lo que haría en cuanto llegara a Hong Kong. Lo primero sería reunir dinero y viajar a Japón, sin antes olvidarme de buscar a Fei Long. Pensando en aquello me quedé profundamente dormida. Cuando desperté, Teru y Shigé me miraban con una gran sonrisa. "¿Qué sucedió con aquel chico?", preguntó Teru. "¿Lo prefieres a él o a nuestros hijos? Veo que engañaste a tu supuesto novio...", agregó Shigé. "¡Por supuesto que no! Yo no he engañado a nadie. Decidí venir a Italia para visitar a mi novio", dije mientras miraba por la ventanilla. Ambas se miraron y se echaron a reír. "¡Ahora comprendo! ¡Ese muchacho que juega tan bien es tu novio!", exclamó Teru. "¡Así es!", dije mientras tomaba una expresión muy similar a la de Shingo: Una mano en la cabeza y otra en la nariz, además, por primera vez en todo el viaje, sonreí. "¡Pero si son el uno para el otro!", dijo Shigé. Y así fue cómo regresamos a Hong Kong.